viernes, 2 de diciembre de 2011

Carretera.


Voy por la típica carretera secundaria en mitad de un atardecer manchego conduciendo un Wolkswagen T1 (para entendernos, la furgoneta hippie), escuchando Heartshaped Box de Nirvana. Voy vestida con una camiseta de tirantes negra, y, sobre ella, una camiseta de manga corta a cuadros, y apoyando el brazo izquierdo en la ventanilla (de donde recibo el único aire, caricia fresca y suave que siento en la cara) en una pose bastante relajada, como si nadie ni nada me turbara en mi única tarea de conducir en un viaje Dios sabe hacia dónde.. El cielo es rojo y los campos dorados cual pepita de oro del Potosí.

Me siento libre y feliz conduciendo así.



Moscas


¡Malditos seres! Sois una molestia, sobre todo en verano. ¿Por qué no paráis de revolotear a mi alrededor? Sois peores que el metro en hora punta. No me disteis tregua ni cuando tenía el pie vendado y lo tenía que tener en alto, ¡directas a la herida cual microbio infeccioso! Incluso ahora que me veis escribiendo, venís a molestar. ¿Acaso os causa risión mis desesperados movimientos de mano para espantaros?

Os digo una cosa... ¡A molestar a vuestra madre!




martes, 15 de noviembre de 2011

Mi domingo por la tarde.

Tumbada en la cama un domingo por la tarde. He quitado los peluches y los he dejado en un sillón que me regalaron mis padres por mi cumpleaños. Quiero escribir pero no se me ocurre nada...

Malditas sean las ciudades pequeñas. No digo que odie Teruel, sólo que odio que la ciudad esté tan inactiva a estas horas. Me calzo mis zapatillas de andar por casa y me bajo a la cocina a por algo de zumo y a hacerme una bolsa de palomitas. Lástima que no viva el señor de Quevedo, porque me gustaría preguntarle cómo demonios hacía para invocar a las musas.

Regreso a mi alcoba, y nada. Ni el zumo, ni las palomitas, ni la música de Mecano en la minicadena consiguen atraerlas. Cambio el disco a otro de La Unión. ¡Tampoco! Me voy a dar una vuelta entre los mudos y fríos edificios de la ciudad de los Amantes con mi perra, a ver si entre los tirones que me da ella se me ocurre alguna idea.


miércoles, 19 de octubre de 2011

Galería fotográfica







Siento la calidad de algunas fotos, es que no hago muchas y me toca resatar desde el año 2007 para poner chicha.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Tino


Han pasado 20 años desde tu partida. Y también soy consciente de que habían pasado casi dos años desde tu adiós cuando llegué al mundo. Pero desde que te conocí supe que al final acabaríamos por ser "amigos". Lo pongo en comillas porque me considero más tu discípula que tu amiga. Gracias por intentar enseñarme que se puede hacer lo que quieras sin pensar en el qué dirán.



viernes, 9 de septiembre de 2011

De cómo alegrar el día.


Hoy, he empezado una nueva etapa, aunque lo de nueva lo dudo ya que voy a repetir curso. Llego al instituto, temerosa de los compañeros que me pueden tocar. Miro a la derecha y a la izquierda. Nadie conocido. Me dirijo al salón de actos y tomo asiento. A mi lado, se sienta un chico, que, sorpresivamente, me saluda. Yo le respondo el saludo.

-¿Informática? – me pregunta.

-Sí. – le respondo.

-Pues ya nos veremos. –me dice.

Escuchamos toda la charla del director y nos dirigimos al aula. Maldita sea, todos los ordenadores están ocupados. Cojo una silla, y la pongo al lado de una chica, pidiéndole antes permiso para sentarme a su lado. Permiso concedido. Empezamos a copiar, y a ella no le da tiempo a copiar algo, y me pide amablemente que le deje copiar de de lo mío. A lo que accedo.

¿Será verdad eso de que puedes encontrar la felicidad en el sitio más inesperado?

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Misantropía

Frío. Aunque estoy rodeada de gente, no siento calor humano. ¿Por qué? Miedo. Miedo a ser traicionada y herida, miedo a ser marginada. Por ello, decido estar en un rincón. Si te digo la verdad, estoy cómoda sentada en el suelo, apoyando la espalda contra la pared. No veo calor en la gente. Sólo soy capaz de leer en el rincón. Iría a la gente…

Pero las heridas psicológicas siguen abiertas. El recuerdo del sufrimiento sigue en mi corazón. Llámame cobarde, pero el dolor aún sigue bajo mi piel, y retorna a mi mente torturándome cada vez que veo gente como la que me hizo aquello. Sigo enfrascada en mi lectura, una de Nietzsche. Se sienta un chico a mi lado. Me levanto y me largo. ¿Cobarde? Sí. Pero ese chico podría ser de los que me clavaron dagas en el pasado.